Incluso empezó a incautar en los recreos, con el argumento de que existía un mercado de compraventa que distraía a los estudiantes de sus estudios.
Todo parecía resultar perfecto hasta que un día, luego de quitar a sus alumnos algunos de los jugadores que le faltaban, no pudo resistir la tentación. En vez de llevárselos a su casa, empezó a pegarlos en la escuela.
Si bien estaba en la sala de profesores, tuvo tanta mala suerte que uno de los niños damnificados entró por casualidad y lo halló in fraganti. Inmediatamente contó lo ocurrido a sus padres, que lo denunciaron ante las autoridades.
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