Stuart Meloy, cirujano en Anestesia Piamonte y consultor del dolor, es quien está detrás de esta tecnología y admite que llegó a la idea por accidente. "Estaba colocándole unos electrodos a una mujer y de repente ella empezó a exclamar enfáticamente. Le pregunté que le ocurría y me dijo ‘tendrás que enseñarle a mi esposo a hacer eso’".
Pero para llegar a tan conveniente situación, es necesario primero pasar por algo de dolor. La máquina está diseñada como un implante médico y requiere de una operación en la que el paciente permanezca consciente para que el cirujano conecte varios electrodos a los nervios correctos de la espina dorsal que transmiten la señal de excitación al cerebro.
La idea es que el implante pueda ser accionado con un control remoto, provocando que la persona llegue al clímax con tan sólo pulsar un botón.
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