Los ciclos de sueño, la excitación cortical y el estrés están asociados a los cambios de temperatura del cerebro, y el bostezo sirve para mantener la temperatura balanceada y a tono con el exterior. De ser así, el bostezo debería verse afectado con los cambios de temperatura exterior.
A partir de este principio, los científicos supusieron que el bostezo sólo debía ocurrir dentro de un rango óptimo de temperatura. Para probarlo, Jorg Massen y Kim Dusch de la Universidad de Viena midieron la frecuencia del bostezo contagioso en los habitantes de esa ciudad europea, tanto en invierno, como en verano.
Estos resultados fueron comparados con un estudio idéntico hecho en el árido clima de Arizona, Estados Unidos. A los participantes se les pidió que miraran una serie de imágenes de personas bostezando y que comentaran sobre su comportamiento de bostezo.
Uno de los autores, Jorg Massen, explica que este fenómeno se debe a que si bostezar sirve para enfriar el cerebro, no es de mucho uso aspirar el aire cuando la temperatura exterior es igual a la corporal.
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