Llevaba el equipo a la parte trasera del mostrador y allí coqueteaba online con sus seguidores y, si estos pagaban el precio adecuado, se exhibía ante la cámara. Por enseñar los pechos por completo llegaba a cobrar 60 euros.
Catalina ofrecía varios espectáculos, por ejemplo: comía provocadoramente lamiéndose los dedos, y hasta llegó a masturbarse detrás del mostrador. Todo esto sabiendo que en cualquier momento podía entrar un cliente de la tienda, incluido niños.
Pero el negocio se le terminó cuando un visitante de su web resultó reconocerla, “es increíble que ella hiciera esto en la tienda de la esquina”. Catalina se jactaba ante sus seguidores de que su jefe nunca le descubriría porque borraba las cámaras de vigilancia.
Por supuesto, Catalina también intentó disculparse: "Tengo una hija pequeña. Estoy haciendo esto por ella".
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