Una empresa proveedora de agua instaló en la calle un gran urinario colectivo durante la celebración del Día de la Reina, una de las fiestas que más holandeses reúne en las calles. El artefacto estaba hecho de tal manera que cuatro personas podían orinar a la vez. El artefacto estaba conectado a una pantalla gigante, que iba informando de cuánto pis se iba acumulando.
Para darle publicidad al urinario, los organizadores colocaron carteles y pegatinas en los lugares de Ámsterdam en los que los transeúntes tienen a orinar en cualquier lugar.
El urinario era el instrumento principal del concurso propuesto: el que consiguiera orinar más, dejaba de pagar los impuestos del agua en Ámsterdam. El propósito de este juego lúdico era en realidad educativo: conseguir que, al menos por un día, los hombres no orinaran en los canales de la ciudad.
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