El trabajador en cuestión tenía, al parecer, una afición desmedida por los eructos y las flatulencias, de las que hacía gala en la oficina, y delante de sus compañeros, sin importarle lo más mínimo sus protestas, lo que llevó a algunos de ellos a quejarse a la dirección.
Las protestas surgieron efecto, y el empleado acabó con una carta de despido y los pies en la calle. Explícitamente, el texto decía: "Nos vemos obligados a notificarle su licenciamiento por causa real y seria debido a los siguientes motivos: perturbaciones sonoras tales como eructos regulares, flatulencias no disimuladas (de las que) resulta que sus faltas y su comportamiento generan tensiones y conflictos recurrentes en las relaciones con sus colegas de trabajo".
El curioso incidente lo ha relatado Eric Rocheblave en su blog, abogado de la ciudad de Montpellier, especialista en Derecho del Trabajo, quien, no obstante, no ha revelado el nombre ni del trabajador en cuestión ni de la empresa que sufrió las consecuencias de sus excesos corporales.
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