De esta manera, Luis Carlos de Noronha Cabral da Camara hizo una distribución insólita de su dinero después de su muerte. A horas del deceso, 70 personas inscriptas en un directorio de Lisboa se pusieron en contacto como por arte de magia para recibir lo que él les dejó como herencia.
Ellos habían sido escogidos al azar del directorio, delante de dos testigos en un juzgado municipal 13 años antes. Esto les cayó de sorpresa ya que, más allá de la situación insólita que estaban viviendo, la gente en Portugal, por lo general, no hace testamentos.
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