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Dime cómo actúas y te diré qué polvo eres

Laura Moreno

Una de las características esenciales de la personalidad es la singularidad, por
lo tanto, la respuesta sexual como comportamiento humano está formulada por
el mundo propio de cada individuo. Si la personalidad es única, también lo es la
sexualidad.

Sin embargo, existen formas de carácter que tienden a repetir sus
comportamientos, con escasa capacidad para cambiar; por su constancia van
perdiendo la singularidad, volviéndose predecibles y esquemáticos. No son
personalidades patológicas, son verdaderos estilos o modos rígidos de ser.

Estilos o tipos psicológicos

1) Los solitarios o indiferentes

Son personas que tienden a alejarse de la vida afectiva y de las relaciones
interpersonales. Pensantes, pragmáticos, en algunos casos inteligentes y creativos,
suelen ganarse el mote de “extraño”, “raro” o “misterioso”. En el cortejo amoroso
esperan despreocupados que el otro se acerque y realice los movimientos
necesarios para lograr la conquista. En la cama pueden superarse, anotando
algunos puntos a su favor. Tampoco “pida peras al olmo”: dará lo justo y necesario.
El juego amoroso será breve, sencillo, con algún gesto de torpeza y acierto en
los niveles más bajos. Y mucho instinto animal que dirige sus genitales a la
penetración. El cuerpo es poco sensual y se sume a las poses más conocidas.

2) Los excéntricos

Extraño mundo el de los excéntricos, siempre al borde de la locura. Sujetos
distantes, con lenguaje vago, cargado de temas mágicos, filosofías extrañas,
ideas hilarantes, etcétera. Lo insólito y desprejuiciado de sus conductas llama la
atención: genios, artistas o simplemente personas atractivas por su extravagancia,
jovialidad o una manera de vivir fuera de toda convención. La excentricidad es la
rareza que tiñe la cognición y el comportamiento en general.

Los excéntricos tienen dificultades para cortejar, aunque mantienen reglas de
cortesía y amabilidad que aprendieron en la infancia. Al tener pobre roce social
no aciertan en el “saber decir” y “en saber hacer” para seducir. Se vuelven torpes:
dicen cosas sin sentido, “meten la pata”, creen que cualquier comentario puede ser
bien recibido en todo. La cama suele ser un lugar olvidado y de escaso interés.

3) Los desconfiados

La desconfianza es un rasgo natural presente en todos los seres humanos.
Vivencia intuitiva o basada en hechos reales, acompaña las primeras impresiones
que tenemos de los demás. Antes de animarse a cortejar, el estilo desconfiado
someterá al otro a una exploración visual y de comportamientos como no lo hace
ningún otro estilo. La información recogida pasará por estrictos esquemas de
categorización, casi siempre influidos por prejuicios: color de piel, sexo, forma de
moverse, de hablar, gustos estéticos, etcétera. Hay pocas cosas que lo atraen. El
comportamiento complaciente y sumiso es uno de sus preferidos.

No tienen muchas estrategias de conquista. Casi siempre se muestran
esquemáticos y predecibles. Los hombres desconfiados valoran las normas de
cortesía, caballerosidad, protocolo y halagos a las damas. Las mujeres desconfiadas
esperan de los interesados una sensibilidad extrema, un trato más que amable y
respetuoso. Todo debe estar en su lugar, Un mínimo movimiento en falso puede
ser motivo de rechazo.

Son muy celosos, se irritan con facilidad a la hora de plantear sus sospechas.
Son capaces de organizar pesquisas con el fin de agarrar “in fraganti” al
compañero. Revisan mensajes, e-mail, papeles y están atentos a cualquier
movimiento de la pareja. A la hora de tener sexo, la idea de celotipia puede
estimularlos, mezclándose el impulso sexual con ira y desinhibición. Rechazan
todo tipo de propuestas eróticas del compañero por considerar que existen
intenciones “dudosas” en las mismas: “Me quiere probar”, “quiere hacerme
impotente así encuentra motivos para pelear”, “debe tener un amante y me está
comparando”, etcétera.

4) Los inmaduros

Se identifican por el estilo jovial, optimista, que gusta a la gente; confianza
en sí mismos; capacidad para ocuparse de los demás y estar atentos a los
requerimientos ajenos; “amor” hacia todas las personas; vínculos numerosos
signados por la expansión, la simpatía, la vivacidad.

De más está decir la facilidad que tienen estas personalidades para la conquista:
no les cuesta nada acercarse a la persona que les gusta. Las mujeres inmaduras
valoran la caballerosidad, la inteligencia y hasta la formalidad de ciertos hombres.
A los hombres inmaduros les gusta que sean atractivas, curvilíneas, y si tienen algo
de “perras”, mejor.

Tanto unos como otros gozan de una plasticidad exquisita que les permite
adaptarse espontáneamente al estilo del partenaire. No tienen problemas con la

ropa: lo que se pongan les queda bien. La expresión del cuerpo supera cualquier
ropaje.

En la sexualidad los hombres inmaduros son atrevidos, con pocas inhibiciones,
dejándose llevar por la convicción que los embarga. Serán excelentes
conquistadores, con habilidad intrínseca para el cortejo: seducción, labia,
capacidad de escucha y tendencia a la acción. Los refuerza el cortejo amoroso,
pudiendo desaparecer después de haberse probado sus capacidades viriles. Son los
típicos histéricos cuyo objetivo se centra en el despliegue de sus atributos.

5) Los vanidosos

Las personas vanidosas son pedantes, fanfarronas les gusta provocar con logros
y realizaciones personales casi siempre de índole material, aunque haberlas
obtenido supone para ellos “grandeza y habilidad en el hacer”. Los mueve la ilusión
de poder, de gloria, de superioridad frente a los demás.

Como los sujetos inmaduros y astutos, son buscadores incansables de novedades.
Les gusta recibir halagos y sentirse admirados. Gozan de los atributos de la
seducción, la afabilidad y divulgan el gusto por la vida. Trasmiten confianza en sí
mismos, firmeza en sus méritos, solidez en sus cálculos y en mundo emocional.

Seductores natos, conquistadores revoltosos, egocéntricos, pícaros; quieren que
los ojos del mundo no se pierdan el espectáculo que ha creado y del cual es el
principal admirador.

En el cortejo son verdaderos “dandies”: conocen como nadie las reglas del
encuentro amoroso. Llaman la atención por la ropa, los accesorios, los colores de
moda, el cuidado excesivo, etcétera. Son divertidos, ocurrentes, conocedores de la
noche y “lugares de onda”. La consigna que los guía es “Haré que se rindan a mis
pies”. Por lo tanto, si es asertivo, mejor; si no lo es, siempre encontrarán la vuelta
para hacer cumplir su lema.

Saben a ciencia cierta que a la hora de conquistar hay recetas que nunca fallan.
Son buenos amantes de ocasión, “ideales para una noche de lujuria”. No se puede
esperar de ellos ni el romanticismo de las velas, ni arrumacos histéricos. Prefieren
demostrar antes que decir. El juego erótico es rico en poses; cambios de espacios;
sexo oral, anal; expresión de fantasías, etcétera. Tanto espectáculo tiene como
finalidad reconfirmar su excelente performance.

6) Los inestables

La alta susceptibilidad de las personas inestables convierte mínimos problemas en
verdaderos conflictos que disparan emociones intensas, arrebatos, casi siempre
breves, aunque perturbadores para el sujeto y su entorno.

En las personalidades inestables, el comportamiento sexual es tan oscilante
como en otras áreas interpersonales: aman con intensidad y son amados de igual
manera. A la hora de conquistar son activos y sugerentes. Optan por el placer,
disfrutando los vaivenes de la seducción. Si bien al tiempo, luego de la conquista,

cambian de actitud volviéndose más dependientes, al principio no se cuestionan
cuando tienen que generar incentivos para motorizar la relación: llaman por
teléfono, escriben e-mails, proponen citas, etcétera. A la hora de cortejar “no andan
con chiquitas” ni se someten a las limitaciones de género. Son soñadores, arman
proyectos de vida en común, de crecimiento mutuo. Viven las emociones con
intensidad y se vuelven temerosos cuando éstas pierden vigor.

El juego erótico suele ser rico en variedades. Requieren de compañeros muy
activos que no tengan reparos para tener sexo “cuando pinte” la situación. Se
aburren si no son complacidos o si su compañero no gusta aventurarse a explorar
recursos nuevos.

La mujer inestable es más demandante de amor y de sexo que el hombre. Además,
aprenden que la pasión redime todo conflicto. Si todo marcha sin interrupciones,
se estimulan fácilmente y tienen buenos orgasmos, exigiéndole al hombre una
segunda, una tercera, o más veces. Si el hombre responde, se habrá producido
el clásico “enganche” que mantiene unidas a estas parejas cuando las “papas
queman” en otras áreas. Es muy frecuente escuchar: “Ojalá nos llevásemos tan bien
en el resto de las cosas como en la cama”.

7) Los astutos

El estilo astuto no actúa por impulsos: el raciocinio debe servir a los intereses de
una lógica interna, construida con intuición, perspicacia, hedonismo y acción. El
astuto necesita de esa extraña alquimia entre la razón y la locura, entre el control y
el desborde. Sin embargo, no es sólo la mezcla de esas dos propiedades humanas;
se pide precisión, la medida justa entre los dos elementos. La clave está en el fiel
interno que busca el equilibrio entre los dos platillos.

El sujeto astuto es astuto, no simula ni hace un esfuerzo voluntario para serlo; a lo
sumo agregará elementos voluntarios (por lo tanto conscientes), pero la base, “la
naturaleza” es astuta. Son personalidades gráciles, amables, sociables, divertidas,
pícaras, juguetonas, ejecutivas; saben y se ofrecen para organizar actividades
grupales; tienen capacidad de liderazgo. Los rasgos de soberbia le dan firmeza al
conocimiento que tienen de sí mismos. Son sujetos independientes, se valen de
una autoimagen sólida, bien plantada frente al mundo. Un astuto por antonomasia
no puede ser dependiente, en todo caso la dependencia es una mascarada para
obtener beneficios. Pueden mostrarse como débiles cachorritos abandonados,
sufrientes, víctimas de la crueldad.

Son seductores, tienen labia, saben cómo conquistar y hacer el amor. Hay una
búsqueda de beneficio en la mayoría de sus acciones. El cortejo amoroso no
es para nada ortodoxo, al contrario, está rodeado de artilugios y mecanismos
indirectos de conquista.

Los compañeros sexuales gustan de este tipo de personajes, aunque saben que
son impredecibles. La tendencia a la actividad y la falta de escrúpulos sexuales
les da la libertad para un juego erótico rico en posibilidades. No hace falta
decirles que hagan nada porque saben todo. La habilidad para darse cuenta de las

necesidades del partenaire los convierte en magos: “Cómo supiste que me gustaba
tal cosa”, “diste en la el punto justo como ningún hombre lo hizo”. No se someten
a autocríticas negativas; por el contrario, la evaluación de su rendimiento siempre
es satisfactoria. Si algo falla la culpa será del otro que no comprendió, o no está a la
altura de la propuesta erótica

8) Los temerosos

El miedo es una emoción primaria, inherente a la condición humana. La
aprensión inespecífica, es decir sin causa que la detone, junto a las vivencias
de incertidumbre y la sensación profunda de finitud, son expresiones de la
angustia existencial. En los sujetos temerosos hay una susceptibilidad mayor a los
estímulos. La vivencia de riesgo se incrementa, sobre todo en situaciones sociales
nuevas. Si bien en su aspecto exterior no lo demuestren, temen ser devaluados,
avergonzados o que los demás no se percaten de sus capacidades intrínsecas.

Para los temerosos, la cama es el cuadrilátero donde la fantasía y la realidad se
chocan sin remedio. Aparecen las típicas imágenes que lo subestiman y convencen
de sus paupérrimas dotes eróticas. Se sienten inferiores y fáciles de superar
por cualquier partenaire; hasta un novato que no tiene ninguna experiencia los
intimida. El problema es cómo salir con ánimo de vencedor desde los primeros
encuentros. Después, el conocimiento y la confianza harán lo suyo para disipar los
miedos.

9) Los sumisos

Los sumisos han aprendido a lo largo de la vida a responder al afuera más
que a sus propios intereses, sobre todo en las relaciones más comprometidas.
Los sumisos han sido buenos hijos: dóciles, amables, ordenados, estudiosos,
cumplidores. Aprendieron a valorar las creencias y a adaptarse a los patrones
familiares. La vida de cada uno ya estaba pautada de antemano y cualquier
arbitrariedad debía ser evaluada exhaustivamente.

Tanto el hombre como la mujer con estilos sumisos se manejan mejor en áreas
que no impliquen un compromiso afectivo significativo y, en caso de tener pareja
o familia, no alteren la rutina vincular. Las personalidades sumisas temen que
las personas queridas los abandonen si ellos dejan de complacerlas. Hay una
preocupación constante porque el otro se sienta a gusto, acompañado, satisfecho.

De más está decir que los sumisos buscan parejas que les puedan ofrecer firmeza
y seguridad. Para nada elegirían a un compañero con rasgos semejantes. Gustan
de las personas “con carácter”, sólidas, convencidas de su status de fortaleza,
autoconfianza y capacidad de seducción. Las mujeres sumisas se sienten atraídas
por hombres rudos, con fuertes rasgos de masculinidad. En la cama la consigna
es “debo complacer al otro”.

10) Los obstinados

Para los obstinados nada debe quedar librado al azar; la obstinación es un eficaz
medio de control para transformar lo aleatorio en convicción. Los obstinados

encuentran un medio ideal para el desarrollo de sus capacidades en trabajos con
normas estrictas, disciplina y un orden proveniente del afuera. Cuando logran
relajarse y dejar de lado las pretensiones son seres tiernos, amables, entregados al
disfrute y a encontrar estímulos en otras dispensas de la vida.

La suerte y el azar están lejos de sus creencias. Son terrenales y concretos,
si bien “el pensamiento mágico” hace de las suyas generándoles la ilusión de
resultados o metas ideales. El refuerzo positivo que les devuelve la producción,
el trabajo y el logro de objetivos económicos suele ser un aliciente para generar
nuevas conquistas.

Las personas obstinadas son ansiosas, mucho más cuando están motivadas por
una idea o un impulso. En apariencia pueden mostrarse serenas, pensantes,
respetuosas, pero no son características sinceras, aunque tampoco una mentira:
es su estilo de personalidad. La procesión va por dentro. Su cabecita está llena de
proyectos, ideas que van y vienen, programas de actividades. La inquietud interna
y la exigencia por cumplir con los mandatos internos los puede llevar a ser torpes,
olvidadizos y poco asertivos.

Los hombres obstinados son más conservadores que las mujeres. En general
los caracteres obsesivos son más frecuentes en los hombres. Son torpes para el
cortejo. Pierden la visión del otro y de sí mismos con tal de ajustarse a las normas
conocidas. “El borde de la cama” suele ser el límite entre el “control” manifiesto del
cortejo y el “descontrol” del acto sexual. Pareciera que los sujetos que están dentro
de este espectro de estereotipia y rigidez mejoran sus capacidades amatorias
durante la relación sexual.

Por supuesto no ocurre con todos, pero gozan de una predisposición a romper con
las normas del comportamiento sexual. Tampoco se convierten en apasionados
amantes: carecen de romanticismo, hacen breve el juego preliminar y van derecho
al contacto genital y la penetración.

11) Los resentidos

Los resentidos tienen una facilidad especial para convertir el placer en displacer.
Están convencidos que los demás no valoran sus acciones y que jamás podrán
entender el sentido profundo de sus demandas. Cualquier explicación no es
válida, “cae en saco roto”, pareciera que nada los conforma. La sonrisa y el buen
ánimo están “prendidos con alfileres”, se irritan con facilidad y sufren por la
incomprensión ajena y el dolor propio.

En las relaciones amorosas, tanto las mujeres como los hombres resentidos deben
hacer un esfuerzo para que el cortejo amoroso se deslice por caminos de seducción
y entrega. Paradoja mediante, los que ya tienen experiencia en la conquista, en vez
de moderar las reacciones, se manifiestan tal cómo son desde el primer encuentro.
Se molestan con los rodeos; lo común, poco original (gestos, frases, temas);
descreen de las promesas y dejan librado al tiempo y al conocimiento mutuo el
devenir de la relación. En los resentidos las experiencias de fracasos amorosos
actúan como férreas resistencias para los encuentros ulteriores. Se vuelven más

selectivos, a veces hasta el absurdo; desaprovechan verdaderas oportunidades con
tal de encontrar el candidato que se ajuste a sus ideales.

12) Los sufridos

El sufrimiento puede ser una experiencia que estimule la superación y el
crecimiento, o un motivo crucial para el atraso. El sufrido, por lo tanto, no sólo
sufre por la debilidad de su carácter, sino también por todo lo que pierde en esa
decisión. Si el temeroso sufre por lo inalcanzable del objeto, los sufridos creen que
perderán el objeto alcanzado: “Lo tengo, pero en cualquier momento lo pierdo”. Se
convencen de que vivir les cuesta más que al resto, que deben hacer un esfuerzo
para no teñir la vida de descontento.

Las relaciones sexuales se nutren de una erótica precedida de poemas, mensajitos
de amor, de estar “juntos por toda la eternidad”. El amor ideal, expresión cabal y
sublime del romanticismo, se plasma desde el inicio de la relación. No interesa el
contacto carnal si no viene acompañado con “orquesta y coro de ángeles”. Pueden
esperar con la firme convicción de que las necesidades del otro coinciden con las
suyas. A veces sucede así y otras, no. El compañero espera hasta la que la paciencia
se agota.

Cuando se deciden ir a la cama serán exquisitos amantes. Pareciera que el mundo
sucumbirá después del orgasmo. Sienten en sus corazones que cada contacto
erótico será el comienzo del final. Darán placer y se dejarán llevar por el placer del
otro. Si son afines a prácticas orientales o alternativas usaran aceites, perfumes,
incienso, poses varias y control eyaculatorio. La afinidad emocional con su
partenaire permite llegar a altos niveles de excitación. Trasmiten a los beneficios
de la paciencia y el dejarse llevar en la relación sexual. Aún así, estos maestros del
erotismo sucumben cuando el otro no sale de la concepción “carnal y urgente” del
encuentro sexual. Si no pueden cambiar los gustos sexuales ajenos y adaptarlos a
los propios, se alejarán frustrados, reprochándose la mala elección.

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