"Los tarros son idénticos", se justifica Holm. "No soy joven, pero tampoco estoy senil", añade. Pese a que trató de solucionar su metedura de pata lavándose los ojos, el secado rápido del adhesivo hizo su efecto, quedándose su ojo cerrado. Ya en el hospital, los médicos tuvieron que abrir y lavar el ojo antes de un mayor daño.
Holm hablará con la Administración de Alimentos y Drogas al final de la semana para explicar su caso con la esperanza de que las compañías de pegamentos atiendan su experiencia y cambien la forma y el tamaño de sus botes.
Pese a lo curioso del caso, no se trata de una novedad en el campo de la medicina, ya que no son pocos los casos de personas que han confundido las gotas con el pegamento.
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