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En India hay un templo lleno de ratas porque son sagradas

Laura Moreno

El templo fue construido por el Maharajá Ganga Singh a principios del siglo XX en estilo tardío Mughal, en honor de Karni Mata. Cuenta una de las versiones de la leyenda hindú sobre su orígen, que Karni Mata, una encarnación del siglo XIV de Durga, le pidió al Dios de la Muerte, Yama, que le devolviera la vida al hijo de un apenado narrador de historias. Cuando Yama se negó, Karni Mata en venganza reencarnó a todos los narradores fallecidos en ratas, dejando a Yama desposeído de sus humanas almas.

Por el edificio campan a sus anchas las ratas sagradas (llamadas kabas), que incluso tienen agujeros en las paredes para acceder con facilidad a algunas estancias. Los fieles, además de orar frente al altar, les dejan comida por el suelo (y allí compiten con las palomas por llevarse algo a la boca) o vierten leche en recipientes a cuyos bordes se asoman las ratas para beber.

Es constante el trasiego de hindúes y turistas, pero las ratas parecen más tímidas de lo que uno esperaba y si te acercas demasiado a ellas, se apartan. Aunque si te quedas quieto y eres un obstáculo en su camino, notarás el cosquilleo cuando te pasen corriendo, casi indiferentes, por encima de tus pies descalzos (naturalmente, como en cualquier otro templo hindú o budista, descalzarse a la entrada es obligatorio), lo que, a priori, no todo el mundo del esterilizado Occidente puede soportar sin dar un salto acompañado del consiguiente grito.

Santas y veneradas o no, observé que muchas de las ratas presentaban en sus cuerpos señales inequívocas de haber participado en peleas (desconozco si es algo endémico en esos animales o se trataba de un fenómeno específico), con zonas descubiertas de piel y alguna que otra herida.

Fuente: Viaja blog

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