Los 14 rebeldes, de entre 15 y 22 años, armaron una fuga de película: amarraron al instructor a su cama y dejaron el centro de trabajos forzados a pie. El régimen carcelario los agobió tanto que se pusieron de acuerdo, aún sin contar con internet, para arrancar hacia la libertad. Todo muy lindo, pero sus planes se vieron truncados por la falta de habilidades sociales
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