
Sin embargo, muchos de estos puentes han terminado convertidos en espacios poco transitados e inseguros. La falta de iluminación, el deterioro y los constantes hechos de delincuencia han hecho que los peatones prefieran arriesgarse cruzando por el semáforo o la calzada, antes que subir a un puente solitario.
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Uno de los casos más representativos se encuentra en el sur de la ciudad, en la localidad de Ciudad Bolívar. Allí, entre las avenidas del sector de Meissen, está ubicado el que fue catalogado como el puente peatonal más largo de Bogotá.
Inaugurado en 2011, esta obra del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) costó más de 3.800 millones de pesos, incluyendo su construcción e interventoría. Su diseño incluyó amplias rampas y accesos para personas con discapacidad, pensados para mejorar la conexión entre ambos costados de la vía principal.
A pesar de su tamaño y costo, el puente de Meissen hoy permanece casi vacío. Los vecinos aseguran que es una estructura insegura y poco práctica. Su recorrido, que puede tomar entre 15 y 20 minutos, desanima a los peatones, especialmente cuando a pocos metros hay un semáforo que permite cruzar en menos de dos minutos.
“Por abajo me demoro un minuto y medio, por el puente casi 20. No tiene sentido”, comentó uno de los residentes del sector. Otros señalan que el paso elevado se ha convertido en un punto peligroso, especialmente durante la noche, debido a la falta de iluminación, lo que favorece la presencia de delincuentes.
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Ante esta situación, muchos habitantes piden que la estructura sea demolida o reemplazada por una alternativa más funcional. “Ese puente no sirve para nada, es muy largo y da miedo pasarlo”, expresó otra vecina del barrio.
Por ahora, la comunidad de Meissen espera una respuesta de las autoridades distritales. Doce años después de su inauguración, el puente peatonal más largo de Bogotá continúa en pie, pero sin cumplir el propósito para el que fue construido.