La idea era simple. Había que darle una cámara a Magnus Lilleberg, un adicto a la heroína de noruega, para mostrar cómo era un día en su vida.
El resultado fue un video que muestra la cruel realidad sobre cómo tenía que inyectarse la droga. De hecho, debía hacerlo en la ingle porque las otras partes de su cuerpo ya no dan más.
El documental también muestra cómo el protagonista ya no puede pagar gasas para cubrir sus cicatrices y el hecho de que no duerme debido a los efectos de la fuerte droga.
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