"Nunca fui un crack" por Alejandro Mejía

rockandgol

Cuando uno es preadolescente solo tiene una manera de sobrellevar los crueles cambios de la vida: ser bueno en algo. Ser buen músico, ser lindo, tener plata o ser un crack.

 Yo nunca fui un crack. Fui de esos que jugaban en un nivel mediocre. Que de vez en cuando se hacían una jugada linda y metían un par de buenos goles. Era de esos que escogían al final, cuando solo quedaban tres compañeros más –y entonces uno sabía que no era el más malo del salón-. Me gustaba jugar de huevero, de esos que se quedan en el área enemiga esperando cualquier balón para hacer un gol y celebrarlo como si con ese tanto se acabara de ganar una copa mundo. Fui odiado por arqueros y compañeros que sí se partían el lomo peleando y disputando balones en la mitad de la cancha. Yo no. Yo los esperaba en una eterna modorra que con los años se convirtió en barriga y pereza clínica.

 Con el tiempo mis compañeros se fueron dando cuenta de que escogerme en el equipo era mala idea, así que de a poco fui pasando a ser el antepenúltimo escogido a ser el último. Incluso llegué a la deplorable posición de “Mejía al gol” y ver cómo la discusión era si Mejía jugaría con el equipo que marcó el gol o aquel al que se la metieron. Mis recreos se iban en un eterno esperar.

 Pero hasta a la mosca más fea le llega su bollo. Descubrí que hasta los anticracks también podemos ser los mejores. Ese equipo se llamaba “el equipo de los nerdos” y ahí jugábamos todos los que no sabíamos pisar bien un balón. En ese equipo todos brillábamos, aunque fuera con luz opaca.

 Siempre habrá una oportunidad para el más feo. Siempre habrá una oportunidad para los que no fuimos cracks.

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