«Gracias, totales», gritó Cerati a modo de despedida. Y esa frase pasó a la historia del Rock Argentino, porque Soda Stereo, quizás el grupo más popular de todos los Argentinos, se despedía después de 15 años de carrera.
Giras interminables, miles de discos vendidos, reconocimiento en todo Latinoamérica. Todo eso fue Soda, y también un sonido bien definido, que no solo marcó una época sino que aún hoy es imitado por muchas otras bandas.
No es recomendable revisar los diarios de hace cinco años. Es que si bien eran tiempos de «uno a uno», las noticias eran las mismas que se ven hoy.
En medio del juicio por el asesinato de María Soledad Morales, por aquéllos días el diario Clarín de Argentina publicaba «Una banda armada asaltó a Cafiero en su casa», «El acuerdo con el FMI quedó para diciembre» o «Roque Fernández insiste: no hay plata para maestros». Maradona amenazaba con retirarse del fútbol luego de un doping positivo, y el diario La Nación aseguraba que «El Fondo espera las elecciones», denunciaba «Crece la incertidumbre por aumentos en los servicios» o «La Alianza y el duhaldismo tienen un plan para cambiar la Corte». Toda coincidencia es una triste realidad.
Pero las crónicas de espectáculos no ahorraban elogios para el trío. Adriana Franco, en La Nación, escribía: «El escenario, blanco, se completaba con dos inmensos paneles que lo continuaban, produciendo una inmensa superficie de proyección. Colores, dibujos geométricos muy op-art, paisajes, movimiento y hasta una bandera de Boca. Ninguna parafernalia, pero sí mucha idea para lograr que, por momentos, las imágenes ayudasen a completar el viaje al que la música invitaba».
Las 65.000 personas presentes en ese «ultimo concierto» fueron testigos de un pedacito de historia. Y como todas las hazañas, con el paso del tiempo ese show parece cada vez mejor. Está más fresco en la memoria colectiva que en el disco doble editado posteriormente.
«A esa altura, había chicas que lloraban y chicos que cantaban todas y cada una de las letras de las canciones como si, realmente, esa fuese la última ocasión en la vida que tuvieran para entonarlas. Los temas continuaron uno detrás del otro, inflexibles. (…) A pesar de la desesperación de muchos, el clima era de fiesta completa, tanta que el frío se hizo imperceptible.», aseguraba Javier Rombouts, en Clarín.
«Y Soda no se va…, y Soda no se va…», suplicaban todos, los presentes, los ausentes, los que escucharon el show por radio o por internet. Era una decisión irreversible, pero la esperanza era lo último que se perdía. Hace poco, Zeta Bossio declaraba que la banda «hizo todo lo que tenía que hacer» y que era imposible pensar en un reencuentro. Pese a eso, aún hoy, la esperanza de volver a escucharlos es lo último que se pierde.
«Y Soda no se va…»
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