Los parroquianos dijeron que llegaban al local, que funcionaba sin nombre, en busca de diversión, pero que las prostitutas no les daban una buena atención y que más bien eran víctimas de constantes robos.
La situación llegó a su clímax en la noche del martes, cuando varios de los asistentes al burdel constataron que les habían robado sus pertenencias, incluyendo sus ropas interiores, según relataron vecinos a la policía.
En un arrebato de ira los asistentes, tras culpar a las meretrices y a sus supuestos cómplices, destrozaron las habitaciones del local, el cual funcionaba clandestinamente sin autorización municipal, y luego se fugaron.
A los parroquianos se unieron algunos vecinos que indicaron estar cansados de escándalos en la zona, donde proliferan numerosos burdeles con fachada de discotecas
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