
Exactamente fue el psicólogo Ernst Poepp, profesor de la Universidad de Munich, quien llegó a la conclusión de que el cerebro humano se encuentra adormecido para ver la realidad tal y como es, y solo en un estado “alterado” por el alcohol accede a la verdadera realidad.
“Conforme avanzamos en el nivel de alcohol cada vez nos es más clara la verdad detrás del velo”, confirmó Ernst.
El alemán comprobó que el punto máximo de la embriaguez es cuando uno empieza a percibir la rotación y traslación de la tierra. “Con mayor cantidad de alcohol en la sangre nos hemos dado cuenta que el mundo nos provoca náuseas. La resaca no es más que la reacción posterior a ese shock”, concluyó.