Kuvaldin relató que su madre decidió recluirlo para protegerle del contacto con el mundo exterior cuando tenía siete años, tras haber aprendido a escribir y a leer en la escuela, previo paso por una guardería.
El propio Kuvaldin explicó que no recuerda demasiadas cosas de su infancia, en la que tuvo tiempo de leer grandes obras de la literatura rusa y a autores como Constantin Stanislavski.
Tras recuperar la libertad, trabajó como repartidor de correo, recibió una modesta pensión por discapacidad y aún mantiene una amplia biblioteca de títulos literarios de la época soviética y una excelente colección de coches de juguete, que siguen siendo una de sus pasiones, publica Telecinco.es.