La habilidad para concentrarse se ve afectada tanto por la cantidad de tiempo que una persona está despierta como por el momento del día, debido a que los ritmos cardiacos operan según un ciclo de luz y oscuridad.
Después de diez horas de estar despiertos, los madrugadores mostraban una menor actividad en las áreas cerebrales vinculadas a la atención en comparación con los trasnochadores. Estas personas también se sentían más somnolientas y tendían a realizar las tareas de forma más lenta.