En 2008, Hiroyuki Joho, de 18 años, iba corriendo bajo la lluvia para alcanzar el tren, cuando fue atropellado mortalmente. Pero varios testigos aseguraron que el joven tenía una sonrisa en la cara cuando el metro lo golpeó.
Una gran parte de su cuerpo ‘voló’ varios metros sobre el andén de la estación, golpeando a Gayane Zokhrabov, de 58 años e hiriéndola de gravedad. La mujer cayó al suelo, con la pierna, la muñeca y el hombro fracturados.
Un juez del Condado de Cook desestimó la demanda contra el fallecido, argumentando que el hombre no podía haber previsto las lesiones que causaría su muerte.
Pero el tribunal de apelaciones no estuvo de acuerdo. Aunque resaltó que la jurisprudencia acerca de "cuerpos voladores" es escasa, determinó que era "razonablemente previsible" que el tren mataría a Joho y que parte de sus restos podrían salir disparados contra el andén, donde habría más gente esperando.
La abogada defensora de la mujer herida aseguró que, aunque las circunstancias son "muy peculiares y espeluznantes", se trata de un caso de negligencia simple. "Si haces algo tan estúpido como lo que hizo Joho, tienes que hacerte responsable de las consecuencias", añadió.
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