Una pareja se divorció después de que el marido grabara con una cámara de vídeo a su suegra en el baño. El caso ha llegado al juzgado y la Fiscalía pide tres años de cárcel y 5.760 euros por un delito contra la intimidad. El procesado reconoció que, por «curiosidad», instaló una videocámara doméstica en una caja de cartón con un agujero. Lo puso encima de un sanitario en el plato de la ducha. Justo entonces llegó su esposa y su suegra, a quien sólo le advirtió de que había «unos cables sueltos». La mujer hizo sus necesidades, que quedaron registradas. El hombre escondió la cinta para destruirla, pero se la olvidó en la mesita de noche. Allí la encontró su mujer, que la vio. En el ordenador de él también se hallaron fotogramas de la misma grabación.
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